Un cambio radical en el orden existente en salud mental, una transición de “lo público” a “lo común”.
Extracto del texto Rafael Huertas, sobre el libro "COHABITAR LA DIFERENCIA" de Manuel Desviat:
Siguiendo a Negri y Hart, Cohabitar la diferencia propone un cambio radical del orden existente (en salud mental) a partir de una multiplicidad social que consiga comunicarse y actuar en común conservando sus diferencias internas (p. 25). En definitiva, una transición de “lo público” a “lo común” que aparece aquí como un elemento de reflexión y de acción definitivo. Desviat se hace eco también, no podría ser de otra forma, de la reforma brasileña que él, tanto por sus contactos con los profesionales de esa país como por su condición de asesor de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), conoce muy bien. La lucha antimanicomial en Brasil aglutinó, hace ya más de veinte años, a profesionales, pacientes, políticos y sociedad civil, y debe encuadrarse en un movimiento más amplio de salud colectiva. La salud colectiva ha sido definida por Sérgio Resende Carvalho como un “conjunto articulado de prácticas científicas, culturales, ideológicas, políticas y económicas que se desarrollan en el ámbito de la academia, de las instituciones de salud, de las organizaciones de la sociedad civil en relación con la salud” (1).
Esta alusión a la sociedad civil me parece importante para ubicar el discurso de “lo común”. Como en su momento explicaba Jürgen Habermas (2, 3), dicha sociedad civil tiene un componente estructural, formado por instituciones que definen y defienden derechos individuales, políticos y sociales de los ciudadanos, y que pueden ir desde fundaciones, asociaciones, ONGs y sindicatos hasta organizaciones religiosas; y un componente dinámico (transformador), que remitiría a un conjunto de movimientos sociales que plantean nuevos valores y principios, nuevas demandas sociales y reclaman la ampliación de derechos no consolidados o en peligro de perderse. Los movimientos feminista, ecologista, pacifista, LGTBI, etc. podrían agruparse en este concepto, pero también determinadas plataformas reivindicativas como Stop-Desahucios, vivienda digna, defensa de la sanidad pública, las “mareas”, etc., a las que habría que añadir, naturalmente, los grupos y organizaciones relacionados con el activismo en salud mental o en “primera persona”.
Es en este marco en el que, a mi juicio, habría que entender la propuesta de Manuel Desviat. Su punto de partida: el agotamiento de la reforma psiquiátrica y la necesidad de repensar sus principios constituyentes y sus evidentes límites; por eso, como afirma Benedetto Saraceno en el prólogo del libro, “hay que reformar las reformas” (p. 12). Su hilo conductor: la relación entre sujeto y comunidad, entre lo individual y lo colectivo.
Reformar la reforma psiquiátrica implica, para Desviat, no solo soluciones técnicas, de organización de servicios, sino también una clara posición política e ideológica ante la locura y ante el sufrimiento humano. Entre las primeras, se propone una “clínica renovada” en la que la continuidad de cuidados, el acompañamiento terapéutico, la intervención en crisis, la hospitalización a domicilio y, por supuesto, la importancia de los equipos aparecen como elementos fundamentales. Pero, junto a todos estos dispositivos, se nos advierte de los riesgos de las etiquetas diagnósticas, siempre estigmatizantes, o de las iatrogenias de muchos tratamientos; y, frente a una psiquiatría basada en “evidencias”, se aboga por una psiquiatría basada en narrativas.
Sin embargo, la vindicación de una clínica con sujeto obliga a hacer una reflexión sobre los saberes psiquiátricos. Desviat defiende la necesidad de una psicopatología, pero no de cualquier psicopatología. Aborda la historia de la construcción del conocimiento psiquiátrico con muy pertinentes consideraciones sobre el surgimiento del alienismo, el proceso de somatización de las enfermedades mentales (la mentalidad anatomoclínica en psiquiatría, el degeneracionismo, etc.) hasta llegar a Kraepelin y, sobre todo, ya en el marco de las estructuras psicopatológicas, a Bleuler, Jaspers o Binswanger. Un recorrido que recuerda la evolución de los paradigmas psiquiátricos descrita por Lantéri-Laura (4) y que se continúa con una amplia disquisición sobre la crisis de aquella psiquiatría clásica y la aparición de las psiquiatrías críticas. El movimiento antipsiquiátrico es aquí retomado en sus principales expresiones, pero lo que me parece más interesante es que la recuperación histórica de las comunidades terapéuticas de Laing y Cooper o de las reformas basaglianas pueden permitir, como ya he apuntado en otro lugar (5), establecer conexiones con otras experiencias más recientes; por ejemplo, entre Kingsey Hall de Laing y Soteria de Mosher; o entre la reforma triestina de Basaglia y el diálogo abierto de Seikkula, la muy emblemática iniciativa finlandesa cuyas principales características Desviat explica de manera breve pero muy oportuna. Asimismo, además de las referencias a la (anti)psiquiatría británica y a la institución negada, el autor no olvida completar su visión de las psiquiatrías críticas (en plural) con otro tipo de propuestas como las que provienen de la escuela psicopatológica de Cambridge y su intento de recuperación de la psicopatología descriptiva, la postpsiquiatría o el “subjetivismo crítico”.
Finalmente, cabe destacar la importancia de un discurso, eminentemente político, en el que, frente a la psiquiatría como una disciplina de poder que castiga, domestica y margina, se defiende una posición crítica y emancipadora. Una salud mental en lo común, en la que, lejos de cualquier paternalismo, se tenga en cuenta a los sujetos y se elaboren conjuntamente soluciones individuales y colectivas. Esto pasa, claro está, por reconocer que las personas con sufrimiento psíquico no deben ser meros “pacientes” que dependen de un experto que ostenta el saber y el poder, sino que generan otro saber que es preciso tener en cuenta. Desviat insiste en la necesidad ineludible de aceptar la existencia de ese otro saber, de un saber profano en el doble sentido de que no es experto y de que “profana” o cuestiona las sacrosantas verdades científicas. Tal como expone Laura Martín López-Andrade cuando explica el subjetivismo crítico: “Existen dos elementos inconciliables: la ciencia y el sujeto. Resulta imposible aunar la objetividad y la subjetividad pues, en lo que concierne a lo humano, no podemos hacer coincidir el dato, el hecho, el signo, la prueba o el presente con la biografía, el síntoma y la historia” (6). Queda claro, pues, la necesidad de lo que otros autores hemos llamado “descentrar el lugar de la enunciación”, es decir, no solo centrarse en lo que se enuncia desde el lugar del “experto”, del profesional, sino también en lo que se formula desde un lugar considerado subalterno pero capaz de general un conocimiento, el de la propia experiencia. Como argumentaba Francisco Pereña en una reseña de la primera edición de Cohabitar la diferencia, el loco “es un sujeto con el que se elabora y con el que, por tanto, se aprende. No hay saber psiquiátrico por fuera de esa elaboración conjunta. No hay ningún Ideal de salud. Y si el psiquiatra o el psi, en general, no aprenden del loco, si lo que pretende es simplemente ocupar el lugar del experto, entonces únicamente la impostura podrá alejarle de la angustia” (7). Acertadas palabras que recogen, me parece, el sentido preciso de las ideas de Desviat.
Existen diferencias entre la primera y la segunda edición de este libro. Algunas partes están cambiadas de lugar, buscando una estructura diferente pero igualmente eficaz, y se han incorporado nuevos apartados y capítulos, como la atención psicosocial a las víctimas, la clínica participada o el activismo.
Terminemos mencionando dos capítulos que vienen a completar el argumentario del autor: uno dedicado a aspectos éticos y a la defensa de los derechos humanos en psiquiatría, entendiendo la dignidad humana como derecho insoslayable, lo que le lleva a reflexionar de manera crítica sobre las contenciones mecánicas o el tratamiento involuntario; y otro que, con el sugerente título “Vicios privados, ¿beneficios públicos?”, analiza las nuevas formas de gestión sanitaria seducidas por el mercado (y por el neoliberalismo) y de qué manera estas han ido desmantelando y rompiendo los mejores logros de la reforma psiquiátrica y del modelo comunitario que intentó poner en marcha.
Bibliografía
(1) Carvalho SR. Saúde coletiva e promoção à saúde: uma reflexão sobre os temas do sujeito e da mudança. San Paulo: Hucitec, 2005.
(2) Habermas J. Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en términos de teoría del discurso. Madrid: Trotta, 2008.
(3) Morales Aguilera P. Posibilidades para la participación ciudadana: una lectura desde el concepto de sociedad civil en Jürgen Habermas. Pensamiento actual. 2015; 15 (24): 13-25.
(4) Lantéri-Laura G. Ensayo sobre los paradigmas de la psiquiatría moderna. Madrid: Triacastela, 2000.
(5) Huertas R. Vieja y nueva antipsiquiatría. En: Ortiz Lobo A, Huertas R (coords). Críticas y alternativas en psiquiatría. Madrid: Los libros de la Catarata, 2018; p. 19-74.
(6) Martín López-Andrade L. Subjetivismo crítico: una respuesta a los manuales diagnósticos. Boletín de la Asociación Madrileña de Salud mental, 2014.
(7) Pereña F. Manuel Desviat: Cohabitar la diferencia. De la reforma psiquiátrica a la salud mental colectiva. Reseña. Boletín de la Asociación Madrileña de Salud Mental, 2016.
TEXTO EXTRAIDO DE "De la reforma psiquiátrica a la salud mental colectiva. A propósito de la obra de Manuel Desviat". Huertas Rafael. De la reforma psiquiátrica a la salud mental colectiva. A propósito de la obra de Manuel Desviat. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq. [Internet]. 2020 Dic [citado 2024 Ene 02] ; 40( 138 ): 163-170. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352020000200009&lng=es. Epub 15-Feb-2021. https://dx.doi.org/10.4321/s0211-573520200020009

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